Monday, October 22, 2007

Mis ganas de verte..


A veces logran que me anime a viajar 134 kilómetros de ida y vuelta, un sábado en la noche, con un chocolate de pretexto..

Sunday, October 14, 2007

A fuego cruzado..


Hace mucho tiempo que vivo en un departamento, toda mi vida. No siempre en el mismo, pero siempre ha sido un condominio. Hace no mucho que me interesó el tema de la propiedad compartida de un espacio físico, en el que, hacinados cual perros en jaulas horizontal y verticalmente contiguas, se opta por compartir en pos de una ciudad más vertical que bonita. Me pareció divertida la idea de adquirir un “espacio en el aire” soportado por una estructura, en apariencia resistente, sin la cual el título de propiedad no haría referencia a nada más que un “cachito de cielo”. Y por poético que parezca, ser dueño de un trozo de aire no es muy alentador.

Pero lo que me ha llevado a escribir algo distinto a lo que me tiene plenamente feliz los últimos días (un poco más de un mes), no es el tema curioso de la propiedad compartida en un condominio desde el punto de vista económico o filosófico. Es más bien una inquietud mucho más terrenal, que toma forma en el campo de la convivencia, un domingo cualquiera en el que, según la religión en la que fui iniciado pero que no profeso, se debería “descansar”.

Sé que vivir en un departamento, para mí, implica, además de grandes lapsos de soledad a veces plena y a veces angustiante, chutarse de cuando en cuando gritos, música alta, fiestas de fin de semana, borrachazos de pérdida de llaves y golpeteos de puertas, olores de comidas caseras colándose por las intersticios de las puertas, entre otras cosas. Pero no me había tocado la mala fortuna de vivir con un vecinito de música alta bajo mis pies y dos perritos feos con uñas largas sobre mi cabeza.

Entre las ocho y nueve de la mañana de este domingo cualquiera, uno de los perritos, al parecer encerrado en una recámara, justo en la que duermo pero arriba, chillaba y rascaba el piso intentando cavar un túnel que le permitiera escapar de su condena. Y encontrábame lidiando con los ruidos del perrito cuando por ahí de las nueve o nueve y media mi vecinito, el de abajo, supongo que ante la ausencia de su madre, decidió escuchar su disco “grandes éxitos del heavy metal” que seguramente consiguió en algún vagón del metro, en su opulento estéreo de cualquier marca con no sé cuántos miles de watts de potencia y hacer retumbar mi ya maltratado sueño.

En fin, una vez despierto y sin poder pensar en mucho más que en la música que hacía retumbar mis pies sólo al permanecer un momento parado, busqué el reglamento de convivencia vecinal que la exadministradora me entregó hace unos meses, para constatar qué podía reclamar, pero no lo encontré. Seguramente se fue, con la última oleada de papeles inútiles que abarcaban el espacio de mi comedor, a la basura. Y bueno, al recordar cuán mal me caían los vecinos quejosos que no nos dejaban corretear por los pasillos del departamento por las molestias que les ocasionaba, decidí armarme de paciencia, encerrarme en este cuarto, frente a la computadora y escribir esto para desahogar un poco el enojo provocado por haber despertado así, a fuego cruzado.


Primer amor..



Era finales del mes de junio, ¡noche de San Juan!
La luna llena y ella en la hoguera, todo brilla más
Había petardos y maderos rotos, ¡que viva San Juan!
Ya no había cole y las vacaciones acababan de empezar

O-Ofelia oh, salta la hoguera mejor que yo
O-Ofelia oh, noche de fuego, mi primer amor

Al día siguiente, uy que suerte, mi mamá perdió
de la cartera una moneda y la encontré yo
Salí a la calle con mi dinerito buscando a mi amor
y en el jardín de las sorpresas estaba mi flor

O-Ofelia oh, las margaritas no dicen que no
O-Ofelia oh, hay carruseles te invito yo

Nos recorrimos toda la feria, hacía calor
Yo con mi helado de chocolate y ella de limón
Ella reía en los caballitos y en el balancín
y en lo más alto de la granduria creo que la besé

O-Ofelia oh, me está temblando el corazón
O-Ofela oh, dime si sientes lo mismo que yo

Se hizo de noche en una avioneta volando los dos
Había miles, miles de estrellas y ella me abrazó
Las rojas manzanas de caramelo mordimos de amor
Yo en la derecha y ella en la izquierda, de la mano los dos

O-Ofelia oh, no quiero irme a casa, dime que no (Boquita de pato)
O-Ofelia oh, ¿por qué no escaparnos tú y yo?

(...) cómete mis moras, quédate mi bicicleta,
enséñame las trampas, a jugar a la rayuela,
tu risa me encanta, que bonita es tu diadema,
éste es mi tesoro, enterrado en una botella,
llévate mis cromos, pero dame tu pulsera,
espérame mañana, te enseñaré mi cadena,
¿cuántas pecas tienes?, sé donde robar cerezas..

(Arrullo)

Bona nuit.. (Susurro)

Albert Plá, Primer Amor (Fragmento casi completo)

Monday, October 01, 2007

y cambia de color..


Estuve revisando mi blog, porque alguien más (ella) lo ha hecho en las últimas semanas, y me dio curiosidad releer lo que pudiera encontrar. Me di cuenta de que las cosas que publiqué en el proceso de reconstrucción fueron las primeras versiones de las entradas que en aquellos momentos escribí, con todas las faltas de ortografía y redacción que salieron de mis deditos en la primera sentada. A diferencia de ella, yo sí revisaba mis entradas, y cambiaba las cositas que me habían salido mal, porque bueno, no somos perfectos y en un proceso de revisión al menos no se van cosas tontas como acentos de más, entre otras. Ella, quien ama la perfecta ortografía, no sé por qué no se dio cuenta de varias. Hasta al mejor cazador se le va la liebre. Y la "polecía" siempre vigila. (JE)

Hoy, entiendo por qué ella no revisa, a pesar de sus propias faltas. También, entiendo por qué necesitamos escribir (ella y yo, o sea, él, yo). Escribimos porque nos gusta mirar, mirarnos. Y ser mirados. Aunque nos de penita. Ahora ella ya no acepta comentarios, pero antes, por sus comentarios moría, y morían las ganas de tener un blog, je. Ahora yo no tengo comentarios, porque dejé de cultivar mi blog y no sé, bien a bien, por qué lo reconstruí. Creo, que lo hice por eso, para seguir siendo mirado. Para que alguien más leyera mis desvaríos y en el camino alguien más se sintiera identificado. Pero a final de cuentas lo hice por mí. Para tener algo que decir sin decir.


-¿Nomás con una vez que saliste en la tele ya chingaste?- dijo “El de lentes”.

No sé si “chingué” o no. Y sé que “El de lentes” no se refería a ella, porque aún no conoce bien su existencia. Lo que sé es que ella, mi ella, me encontró. Y desde entonces aguardo su llegada, la segunda, la presencial, la definitiva. Es muy bonita nuestra historia y, mientras el cielo cambia de color, sigo esperando su arribo, paciente.